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Polonia sabe tomar yerba mate

Collage con yerba mate de fondo y una fotografía central de Yerbomania en Breslavia, Polonia.
Texto:
Vanessa Ruggiero
En colaboración con:
Imágenes:
Vanessa Ruggiero
Collage con yerba mate de fondo y una fotografía central de Yerbomania en Breslavia, Polonia.
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Polonia sabe tomar yerba mate

Texto:
Vanessa Ruggiero
En colaboración con:
Imágenes:
Vanessa Ruggiero
La producción de yerba mate en la Argentina es compleja –muchas veces injusta– y esconde tras de sí un pasado histórico poco conocido. La infusión nacional por excelencia fue alguna vez conocida como “té polaco”, cuando los colonos eslavos poblaron las tierras del Paraná en el siglo XIX. Hoy, y hace más de veinte años, el mate está presente en Polonia en distintos formatos.
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  1. Yerba, mates y letrero en una tienda de Breslavia, Polonia, donde se lee “La yerba mate nutre, estimula, refuerza, adelgaza, mejora el ánimo”.
  2. Dibujo de Yerbomania hecho en tiza sobre el suelo en Breslavia, Polonia.

Vanessa Ruggiero es una periodista colombiana radicada en Polonia desde hace diez años. Cursó el Máster de Escritura Creativa de la Universidad de Sevilla durante la pandemia. Su trabajo ha sido publicado en el El Tiempo y las revistas Shock y Cartel Urbano.

La producción de yerba mate en la Argentina es compleja –muchas veces injusta– y esconde tras de sí un pasado histórico poco conocido. La infusión nacional por excelencia fue alguna vez conocida como “té polaco”, cuando los colonos eslavos poblaron las tierras del Paraná en el siglo XIX. Hoy, y hace más de veinte años, el mate está presente en Polonia en distintos formatos.

Las palabras “YERBA MATE”, en rojo, se desplazan por las pantallas de la droguería naturista y la tienda de artículos comestibles, en Breslavia, Polonia. La afición por la yerba se propaga con empaques, bombillas y calabazas. Está en la plaza de mercado, en un estanco del centro y en el negocio Yerbomania. Se le ha visto como bolsitas de té en el supermercado, o embotellado en cafés y bares bajo los seudónimos de “Mate moc”, “Bombilla”, “Yerbata” y “Mio mio mate”. Y quién sabe en qué otros rincones de la ciudad y del país se ha camuflado. 

En este apartamento de una habitación y un salón, el ritual del mate empieza temprano. Con la bombilla, el hombre saca la yerba del día anterior de la taza, arroja el desperdicio a la basura de la cocina y la lava. Hierve agua en la tetera. Pone dos tipos de yerba: despalada, cafeína pura, proveniente de Argentina; y brasilera, con cedrón, hierba luisa y menta. Echa un chorrito de agua fría en la taza, y encima la hervida; un boliviano le enseñó ese truco para que el primer sorbo sea menos amargo. Por último, llena un termo de casi un litro con el resto de agua caliente y se sienta a trabajar frente al computador. Gasolina. 

—Me ayudó a dejar de fumar— dice Marcin, profesor de psicología en la Universidad de Breslavia. Para él, un día que no empieza con mate es un mal día. Por eso tiene siete bolsas en su alacena. Dos sin abrir; dos muestras de regalo cerradas, y las sobras para “emergencias”. Habla de su primera vez, hará unos veinte años: —Lo compré en unas vacaciones de verano en que mis papás estaban de viaje. En esos tiempos no lo consumía con la misma frecuencia de ahora y solo se conseguía en bolsitas.

—¿Alguien te lo recomendó? 

—No, nadie. Pero sentía como si lo conociera. No hablo del sabor —se interrumpe, hace memoria—. Yo creo que debí leer algo del mate en Cortázar o en Gombrowicz porque me parecía algo muy cercano. 

 *

Rafał Przybylok, autor del libro Yerba mate w tydzień, conoció la yerba trabajando en una tetería en sus años de universidad. Ahora la bebe todos los días y comparte su conocimiento del mate en eventos de té; allí, sosteniendo una diminuta matera en la mano, explica -alternando el polaco y el español con palabras como yerbatero, jesuitas, calabaza (matero)– de qué manera tomarlo, de dónde viene, qué conexión tiene con Polonia y cuál es su favorito.

Przybylok escribe que el mate “a lo polaco” no se sirve en calabazas, sino en una taza cualquiera con una bombilla. Y añade: “algunos lo toman de manera tradicional, otros encontraron por sí mismos su método preferido de preparación”; la gente busca un mate no muy amargo, poco ahumado y sin mucho polvo; o en su versión con menta, bayas, manzana, cereza o piña. El libro de Przybylok, publicado en 2019, también recoge los experimentos de los aficionados a la bebida con recetas como mate cerveza, mate latte, (con leche) o yerba maczeta (con tabasco). 

Los polacos toman “yerba”; los argentinos “mate”, indica Augusto Bianchi en un grupo virtual de argentinos en Polonia. Reunidos, los polacos no se pasan la calabaza de mano en mano compartiendo la misma bombilla: los estudiantes la consumen pura o embotellada en las semanas de exámenes, y la combinan con cerveza en las fiestas. Las abuelas la compran porque el “Santísimo Padre” es un aficionado a ella y este es un país muy católico. Aunque el Papa Francisco no fue el primero en ponerla de moda: 

—A Juan Pablo II le hicieron una foto con el actor Gregory Peck tomando mate—, dice Grażyna Buderacky, presidenta de Argentyna limited, la compañía que se precia de haber traído el producto, hacia 1996, por primera vez a Polonia. Su marido, Leopoldo, empezó vendiendo mate como un té, en bolsitas, a cuatro eslotis (menos de un euro al cambio de hoy) en la capital. Estamos en una oficina adjunta a su negocio, en Varsovia. 

—Era más barato que un café para atraer a la gente—. En esa época la yerba aún no era tan popular y se vendía en tiendas o locales naturistas como producto saludable. Uno de esos estaba ubicado dentro del mercado Hala Banaha, en Varsovia, y aún existe. 

*

La relación de Polonia con la yerba mate data del siglo XIX, cuando los primeros inmigrantes polacos, ucranianos y alemanes llegaron a Argentina, Paraguay y Brasil para crear las colonias de “Nueva Germania” o “Nueva Polonia”. 

Aquellos provenientes de Polonia y Ucrania (galitzianos) pudieron acceder a “tierras fiscales [y] bajo patrocinio oficial” en las serranías centrales y en el sur de Misiones, primero en Apóstoles, mientras que los “germanos” obtuvieron tierras privadas sobre todo en el norte y “a lo largo del valle fluvial del Alto Paraná” por intermedio de compañías colonizadoras. Así lo describe Leopoldo J. Bartolomé en el artículo “La explotación agrícola familiar en el sudeste de Misiones”. 

Los primeros en llegar a Misiones y quienes fomentaran la llegada de más inmigrantes eslavos al país, recibían tierras gratuitas –cuyo tamaño podía variar entre las 25 y las 100 hectáreas–, factor que sin duda alentó a los futuros colonizadores a salir de Polonia. Las facilidades en Argentina para obtener tierras se debieron también al deseo de poblar esa zona con europeos y traer paz a un lugar que “durante la mayor parte del siglo XIX” había sido “un territorio de gran inestabilidad política y administrativa” entre Argentina, Paraguay y Brasil, escribe Laura Mabel Zang en “La yerba mate como cultivo poblador: de la decadencia de los yerbales nativos al auge de los yerbales implantados”. De los 33.163 habitantes de Misiones de ese entonces, añade Laura, más del 50 por ciento estaba integrado “por paraguayos y brasileños”, y las “migraciones de polacos” pretendían “garantizar la integridad territorial” de Misiones en el contexto regional”. Tanto la ley Avellaneda (la ley de inmigración y colonización de 1876) como la ley de 1882, de venta de tierras fiscales a particulares, favorecieron dicha colonización. 

La yerba mate en Argentina fue para esos colonos eslavos un “cultivo ancla” –escribe Leopoldo–, es decir, era un negocio atractivo al representar el mismo nivel de riesgos y beneficios entre los pequeños y medianos productores, y esto, junto a la ausencia de un Estado polaco en el siglo XIX y XX, en medio de las Particiones de Polonia, debió influir en las decisión de emigrar entre los campesinos y sus familias. Ellos “(...) buscaban mejorar su situación material, pero también tenían ‘una conciencia en gran escala (y tal vez incluso exagerada) del sentimiento de independencia que allí se les garantizaría frente a las opresiones sociales resultantes de la política del Estado prusiano’”, indica Teresa Smolinska en la edición de 2013 de Polonicus, una revista para pensar Brasil-Polonia. Un claro ejemplo fue Edmundo Saporski, de quien hablaremos en un momento. Saporski, o Sebastian Woś antes de cambiarse el nombre en Brasil, dejó su natal Opole (Polonia), para evitar servir en el ejército prusiano, y una vez en el Paraná brasilero Brasil, ayudó a traer 32 familias de Silesia. 

El libro Forgotten Fatherland: the Search for Elizabeth Nietzsche relata que Fritz Neumann1, de la ciudad alemana Breslau ‒la Breslavia polaca de ahora‒, fue el “primer dueño (si no se cuenta a los jesuitas) de una plantación de yerba maté (sic)” en Nueva Germania (Paraguay). Neumann descubrió cómo “germinar las semillas de yerba artificialmente”, tras observar que la planta crecía más en los lugares donde anidaban las aves salvajes. El inmigrante creó una mezcla de carbón y ácido como fertilizante, y su fortuna le permitió hacerse con una casa con ventanas de vidrio. En 1903, la comunidad del alemán llegó a producir “8 mil kilos de yerba (…), oro verde, como ahora lo llamaban”, y un año más tarde, “30 mil kilos fueron enviados hasta Asunción, donde la nueva yerba ‘artificial’ alcanzó un precio mucho mayor que la variedad silvestre”. No obstante, tras compartir su secreto, “las plantaciones de yerba empezaron a aparecer por toda parte, no solo en Paraguay, sino también en Argentina y Bolivia”, según Forgotten Fatherland

Antes, Edmundo Saporski, quien emigró de Opole al Paraná hacia 1869, habría sido uno de los héroes del mate en Polonia en el siglo XIX, junto con sus compatriotas Onufrem Flizikowski y Teófilo Rudzik. En sus memorias, Saporksi escribió que “entre 1883 y 1884 envió más de cincuenta barriles de erva-mate para Teófilo. Lo hizo por medio de la “casa comercial suiza ‘Drusine & Cía.’, en Paranaguá”, y con destino Hamburgo.

Para 1896, la yerba, erva o herva, proveniente del Brasil, se vendía a 75 centavos la libra, en un almacén de la calle Panska 1.21 en Leópolis (Polonia en esa época; hoy Ucrania). El periódico local Gwiazda Cieszyńska escribía entonces que el té “proviene de las colonias polacas en el Paraná (Brasil), donde nuestros colonos lo hacen, secando las hojas y ramas de cierto tipo de árbol”. Dichos asentamientos habrían exportado ese año 25 millones de kilogramos de mate según el periódico Kurier Warszawski

Tres años más tarde, el mismo diario denominó al mate como “té polaco, producido sobre todo por nuestros emigrantes en el estado de Paraná (donde un 60 por ciento de la población es polaca y la lengua oficial es el polaco)”, se leía. El té se recomendaba como una bebida energizante, refrescante y buena para la salud. Incluso dos publicaciones hacían referencia a sus propiedades para tratar el alcoholismo. Gazeta Rzemieslnicza le sugería al “supervisor social de sobriedad” abaratar el mate para que fuera accesible en los salones de té. Y la revista Rodzina escribía: “En razón de sus atributos, se llevará (…) a Europa el té de herwa. Aquellos que específicamente anhelan con toda el alma la desaparición de la plaga del alcoholismo, deberían prestarle atención. Los médicos recomiendan tomar(lo) (...) en casos de enfermedades del azúcar, reumatismo, anemia, enfermedades de la garganta y del estómago”(...)”. 

La expansión de la erva hacia Polonia se detuvo, sin embargo, porque no podía competir en precios frente al té chino. El arancel ruso era muy alto. 

*

Polonia no es el país que más importa el producto. Es conocido que ese puesto, fuera de Latinoamérica, lo ocupan los sirios; en 2021, Siria importó el té por un valor de 25,4 millones de dólares, según la página web de la OEC (Observatory of Economic Complexity). En Europa el podio se lo llevan España (7,07 millones), Alemania (5,51) y Polonia, con 3,63 millones de dólares en importaciones el mismo año. Lo curioso es que Polonia exportó en 2021, una suma de mate por 357 mil dólares. Es probable que el valor corresponda a las botellas con extractos de mate como Yerbata, Mate moc o Dobry Materyal, que compiten con las bebidas de cola en los bares. 

Hoy en día, la marca Amanda, del polaco Jan Szychowski, quien emigró en 1900 de Polonia, se mantiene vigente. El empaque rojo-blanco (como la bandera de su país) habla de ese pasado. Konrad Wrzos, en su libro Yerba mate (1937), cuenta que visitó a Szychowski cuando los polacos en Misiones (Argentina) vivían de la yerba. Era un “granjero delgado con anteojos redondos” y “parecía más bien un profesor y no un agricultor”. En ese momento, sería 1936, contaba con 27.000 arbustos de la planta y estaba construyendo un molino para su producción.  

¿Se debe el actual éxito de la yerba mate en Polonia a ese pasado en común con Argentina y Brasil? La señora Buderacky cree que no. “Si es una persona en concreto, que estuvo ahí, sí, compra por el sentimiento”; en otro caso, la gente “busca algo nuevo”, dice. 

Los “devotos” del mate en este país de europa del este bien podrían invocar la oración a Nuestra Señora Gaucha del Buen Mate, de la monja María Virginia Gethe, del Convento de Cristo Rey, en Argentina:

(...)

Del mate de las frías madrugadas,

del mate de las tardes otoñales,

del mate de las noches de estudiantes,

del mate de la espera…

(...) 🐟

Bibliografía
  1.  Su bisnieto, Klaus Neumann continúa, hoy día, trabajando con el mate.