Una cata informal – Presentación añada 2024 SantéVins
Una cata informal – Presentación añada 2024 SantéVins
- Primer naranjo de Sante Vins, 7ma añada. Sauvignon Blanc con varios meses de contacto con pieles y crianza en ánfora.
- Malbec proveniente de una viña agroecológica conducida en parral. Vino que tiene disponible fruta y frescura en cada copa. Bella expresión de lo natural.
- Los Mother Funky son vinos eléctricos que cada cosecha cambia sus varietales, con etiquetas hermosas de Milagros Brascó (@milagrosbrasco).
- Vinos de colaboración. En 2023 Pipe Colloca se instalo en la bodega varios días y vendimiamos y elaboramos 3 versiones distintas de un Chardonnay de Buenos Aires.
- El vino del start point. Dos jardines y sus viñas proveen la uva para unas siempre esperadas botellas de Malbec de Jardín, mi primer vino.
- Bacante, nombre de las ninfas que cuidaron del dios Baco en sus comienzos, ilustra un vino natural trivarietal que descansa y se cria en botella desde hace casi 2 años. A punto casi de empezar a venderse y circular por las copas de todos.
- Los Dias de Flor son micro producciones de vino que cada año se vuelven a elaborar cambiando parte de sus cepas integrantes, que provienen de viñas antiguas. Este corte viene de dos terruños de diferentes provincias y ensambla un franc con un malbec.
Facundo Olabarrieta es cocinero y escritor. Aborda la gastronomía en su cruce con la cultura, la historia y la ecología. Tras varios años en los que pasó por diferentes cocinas, se dedica actualmente a la asesoría y el desarrollo de proyectos gastronómicos. Es diplomado en Innovación y Desarrollo Gastronómico por la UBP.
Los vinos de Martín tienen espíritu, son frescos y alegres como él. No hay solemnidad en sus vinos, pero hay intención, búsqueda. Cargados del sabor de las uvas, toman en parte la dirección impetuosa y azarosa que la fermentación les depara, breves comentarios cada uno de la tierra de la que provienen.
Esa noche, la primera persona que conozco es Mateo, cuando me abre sonriente la puerta azul del icónico edificio donde sucederá la cata, la casa para estudios de artistas diseñada por Antoni Bonnet y el Grupo Austral en 1938.
Acto seguido, conozco a muchas personas al mismo tiempo, algunas están en pareja, otras solas. Estamos en la planta baja del Atelier Bonnet, en una habitación a medio desmantelar con vidriera hacia la calle, adonde me condujo Mateo tras recibirme. Me comenta que proyecta abrir un bar de vinos en este espacio pronto. Fantaseamos en voz alta imaginando las mesas en la vereda, la barra y las sillas, el movimiento en el local, antes de subir por las escaleras en caracol los dos pisos que nos separan del departamento de Mateo.
Departamento es una palabra un poco fría, genérica, para describir este espacio. Es un hogar. Acogedor, elegante, es tan simple como imponente. El techo curvo y asimétrico, impecablemente pintado de blanco, la terraza del penthouse ubicada sobre la esquina de la manzana, abriéndose hacia la vida de las calles entrecruzadas del centro porteño, los muebles –algunos originales de la inauguración del edificio y diseñados específicamente para este espacio, como la silla BKF, uno de los emblemas más reconocidos del diseño argentino en el mundo– junto a la bacha angosta y alargada o los paneles de ventanas que recorren el perímetro del departamento, son todos detalles, tan sutiles como delicados, y están acompañados por la calidez de Mateo, su presencia cargada de buen humor y jovialidad, la sencillez honesta con que nos recibe esta noche. La combinación final es el ambiente cálido y distendido en el que Martín Abenel presentará la última añada de su proyecto, SantéVins.
Hay algo de encuentro entre amigos, íntimo, inclusive cuando muchos no nos conocemos entre nosotros. Somos un pequeño grupo que va ocupando sus lugares alrededor de una gran mesa repleta de bagels, babaganoush y hummus –un maridaje tan poco ortodoxo como delicioso, cortesía de Jacob, presente entre los invitados– de banquetas junto a la isla de la cocina y hasta de un diván de cuero blanco al costado de la biblioteca. Martín pasa brevemente de un grupo a otro, sonriente, haciéndonos saber y sentir lo encantado que está con nuestra presencia. Mientras tanto, empezamos a conocernos o a ponernos al día con quien tengamos al lado.
Martín es carismático y lleno de energía, hay algo festivo e inteligente en él. Está impecablemente vestido y recién afeitado, lleva puestos una camisa, un buzo ligero y unos jeans oscuros. Junto a Mateo, conforman una hermosa dupla de anfitriones: ambos alegres, sencillos, ocurrentes y atentos, se complementan entre sí. Ambos, además, saben muy bien de lo que hablan. Mateo lleva años en el mundo del vino, es cavista y sommelier. Martin tiene ya 12 añadas tras de sí, encargándose desde estarpresente en la viña hasta la cosecha y la elaboración de los vinos.
Es una cata muy informal, relajada, pero también cargada de atención, al saborear cada vino, al escuchar los relatos de Martín, las intervenciones de Mateo, hay un flujo constante de pasión e información a medida que se abren las primeras botellas, que continuará durante el resto de la noche.
Comenzamos con unos tintos –a los blancos les falta un poco de frío, a lo que Mateo exclama “¡estoy totalmente a favor de cambiar el orden de los colores!”–. Son dos tintos ligeros. Son los primeros vinos del proyecto de Martin que pruebo en mi vida. A la vez, lo escucho presentarlos y contar pequeños retazos de su historia. Son vinos naturales, es decir, hechos con la mínima intervención posible, y sin conservantes, y están hechos, excepto algunas excepciones, con uvas de la provincia de Buenos Aires.
Esto de por sí ya es una rareza, si bien podría no serlo. En 1934 entró en vigencia la ley nacional de vinos 12.137, que limitó la producción vinícola únicamente a la región cuyana. Las vides plantadas en el resto del país, incluyendo las bonaerenses, fueron arrancadas y la producción en estas zonas quedó prohibida por casi sesenta años. Recién en 1999 la ley fue derogada y comenzó la reactivación vitivinícola en distintas provincias del país.
Empiezo a entender, conceptual y sensorialmente, el espíritu de SantéVins. Son vinos frescos, frutados y jóvenes. Martín nos habla de la zona donde se cosechó cada uva, la influencia marítima en uno, el suelo arenoso de otro, la juventud de la fruta al ser cosechada para elaborar el vino en una de las copas que bebemos.
Pasamos a un espumante, es delicioso, Jacob al lado mío, murmura entre dientes “panettone, panettone” –más adentrada la noche, nos contará del panettone que solía traer su compañera sueca a la escuela, durante su adolescencia neoyorkina–.
Mateo casi parece saltar de emoción después de probar cada vino. Hay algunas presentaciones cruzadas. Entre los presentes hay más personas vinculadas al mundo del vino, productores y sommeliers. Luego llegan los blancos, ya fríos. Primero, un vino llamado “Días de flores”: es un blend de Moscatel Blanc y Riesling absolutamente increíble. En pocos minutos casi todos acordamos que es nuestro preferido hasta el momento. Martín nos cuenta que las uvas fueron cosechadas en día de aire o flor según el calendario biodinámico, nos habla de las tierras de origen de cada uva, y de cuál fue su intención al mezclarlas.
Es como quien, al tensar el arco, cierra los ojos para dar en el blanco. Sus vinos son la expresión de un territorio a través de un sabor, guiados por una intuición y una intención. Martín dice algo que me queda grabado. Él busca hacer vinos bellos: ¿qué es la belleza? La belleza es delicadeza, dice. Él busca la belleza a través de sus vinos.
Me recuerda a una frase de Simone Weill: “La atención es la forma más perfecta de la generosidad”. ¿Hay algo más delicado, acaso, que ser capaz de prestar atención? Siento que es a través de esta atención sostenida que esta “bodega de experimentos” como definimos a SantéVins en medio de la cata, puede lograr resultados tan finos, tan delicados. Los vinos son deliciosos, son frescos, son hasta divertidos. Hay una falta de solemnidad en la manera en que Martín cuenta todo, algo alegre, desenvuelto, que imagino atraviesa todo su hacer y queda guardado en las botellas junto con el vino.
Sus vinos son efímeros, al no tener conservantes no tienen capacidad de guarda. Es mejor tomarlos en los primeros dos o tres años luego de ser embotellados. Cada añada, un conjunto de pequeñas reflexiones perecederas sobre el territorio, sobre el sabor, sobre la belleza y la delicadeza. Son un diálogo poético e intuitivo entre tierra, sabor e intención.
Algunas personas llegan ya promediada la cata, y Martín las recibe y acomoda con maestría, contándoles velozmente lo que paso antes de su llegada, y dándoles a probar las copas previas para ponerlos en sintonía.
Seguimos abriendo botellas, pasamos a otro blanco. Esta vez es un vino con un poco más de cuerpo, menos fresco, más complejo. Luego aparece una botella con un gran signo de pregunta dibujado. ¡Martín no recuerda cuál es! Lo prueba primero, antes de servirlo, y sonríe. Es un clásico entre sus etiquetas: el Sauvignon Punk, un naranjo de ánfora, aromático y afilado.
Martín sigue hilvanando historias que se cruzan con las descripciones de cada terruño, con la manera en que fermenta cada cosecha, con sus orígenes como vinicultor. Nos cuenta de un viaje al Amazonas, hace ya catorce años, el cruce fortuito con unos franceses, el amor entre su amiga y uno de ellos y los subsiguientes viajes a visitarlos. La casualidad de que vivieran en el Valle de Loire, tierra emblemática de los vinos naturales en Francia, o de que fuera también el hogar de Nicolas Joly, santo patrono de la vendimia biodinámica.
Nos cuenta sobre las primeras vides que plantó en su jardín, cómo dieron uvas casi sin proponérselo y así decidió intentar su primer vino. Da la sensación de que el destino tal vez no sea más que una casualidad bien aprovechada.
Los vinos siguen pasando, primero dos malbecs, distintos pero con notas frescas que los hermanan, y cerramos la noche con una cata a ciegas de otros dos vinos: el primero resulta ser un Pedro Jimenez. ¡Recién embotellado! Viene de una pequeña bodega amiga -aparentemente, una bodega secreta escondida en pleno microcentro- cuyos dueños están presentes entre los invitados y el último es un vino español que Martín trajo de un reciente viaje a Europa.
La presentación de una añada suele ser el momento en que mejor se ve el espíritu de una búsqueda, un estilo, una serie de intenciones reunidas. Me voy con el espíritu de SanteVins presente. Nos vamos despidiendo, yéndonos en grupos o solos. Saludo a Martin antes de bajar las escaleras y salir al frío de la noche de otoño. La brisa que recorre el centro semivacío mientras me alejo del departamento podría describirse como delicada.
Ronda Uno
Dias de Flor - Tannat, Pringles, Pcia. de Bs. As.
Vino Rojo – Cabernet/Cabernet, Los Sauces, Mza. y Beltran, R. Negro.
Ronda dos
Chenin Pet-Nat, San Rafael Mza.
FM#2 - orange blanc de Chardonnay, Sierras de Tandilia y Médanos, Bs. As.
Dias de Flor -Blancas del sur, riesling y moscatel blanca, Mainque, Río Negro.
Ronda tres
Sauvignon Punk (sin etiquetar) - naranjo de Sauvignon y moscatel amarillo, Mainque, Río Negro.
Malbec de las Sierras – Malbec, Pringles, Pcia. de Bs. As.
Malbec de Río – Malbec, Río Colorado, Río Negro.
Ronda de Cierre - Cata a Ciegas
2024 Blanc de Pedro Gimenez, de bodega secreta en microcentro, alumnos de SanteVins.
Forlong - 80/20 naranjo español de palomino y pedro ximenez.
Donde puedo probar SantéVins en Argentina?
Buenos Aires
Anafe
Pain et Vin
Lardito
Naranjo Bar
Verdot Bar
LPV Las Patriotas
Las Flores
Ultramarinos
@jugo.club
Lardo & Rosemary
Vino El Salvador
Julia Resto
Vereda Adentro
Turbina
Ácido
Gordo Chanta Pizzas
Argot Café
Vina Bouchette
Familia Petillant
Mendoza
Ruda Cocina
Córdoba
Bros Comedor
Francis Bar
Mar del Plata
Asian Ghetto Cantina
Posadas
Cala Bar de Vinos
Bariloche
Lupino Bakery
Neuquen y Patagonia
Vides Vinos 🐟