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An alfajor
Edición
Edición Digital
001

Bahía Bustamante

Esta es la curiosa historia del origen de un lugar remoto en Chubut. La cuenta Matías Soriano, nieto de su fundador.
Texto:
Matías Soriano
En colaboración con:
Astrid Perkins
Imágenes:
Gentileza BahÍa Bustamante Lodge
Esta es la curiosa historia del origen de un lugar remoto en Chubut. La cuenta Matías Soriano, nieto de su fundador.
Edición
Edición Digital
001

Bahía Bustamante

Texto:
Matías Soriano
En colaboración con:
Astrid Perkins
Imágenes:
Gentileza BahÍa Bustamante Lodge
Esta es la curiosa historia del origen de un lugar remoto en Chubut. La cuenta Matías Soriano, nieto de su fundador.
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Esta es la curiosa historia del origen de un lugar remoto en Chubut. La cuenta Matías Soriano, nieto de su fundador.

En la década del 1950, el pionero español Lorenzo Soriano emprendió un viaje en jeep hacia la Patagonia por una ruta 3 de tierra. Era una exploración, en busca de un producto que pudiera reemplazar la goma arábica que ya no podía importar al país para seguir fabricando Malvic, su marca de gomina para el cabello.  

En ese entonces, al pueblo se lo conocía como “bahía podrida”, a pesar de tener una de las playas más bellas del país. En su orilla se acumulaba una cantidad tan enorme de algas marinas que, al pudrirse, emanaban un olor demasiado fuerte.

Al llegar a estas solitarias costas, Soriano se encuentra con las algas marinas. La acumulación y diversidad de ellas lo inspiran a emprender un nuevo negocio. Así fue como fundó un campamento de recolección de algas que fue único en el mundo. Bahía Bustamante le dio trabajo a 500 familias. No faltaron ni la escuela ni la iglesia: aquí se vivía y se trabajaba, a merced de la naturaleza más salvaje y pura.

En el pueblo se recolectaban más de 12 tipos de algas. La gracilaria fue el alga “dorada” de la empresa Soriano S.A., la que le dio vida y vigor a este lugar. En forma de finos cabellos, la gracilaria es de donde se obtiene el agar-agar, producto esencial en la industria alimenticia. Las algas se secaban al sol de la estepa y luego se transportaban a Gaiman, pintoresco pueblo galés de Chubut, donde se procesaban en una fábrica que empleaba otras 100 personas. ¡Y luego, de Gaiman al mundo!

Con el paso de los años, diversas circunstancias ambientales, económicas y políticas fueron modificando la realidad de la empresa alguera. Pero gracias a esas algas, Bahía Bustamante siempre fue un auténtico santuario de vida marina. De las 17 aves marinas que se crían en la costa argentina, 13 eligen Bahía Bustamante para nidificar. También es zona de descanso y alimentación de muchas especies migratorias.

Mientras esto sucedía, Matías Soriano, nieto de Lorenzo, se instaló a vivir entre Gaiman y Bahía Bustamante con la visión de transformar el pueblo alguero en el destino internacional que es en la actualidad. Matías comenzó a mutarlo a un lodge de turismo, combinado con un proyecto de conservación de la naturaleza. La recolección de algas fue reemplazada por la producción de alimentos: carne ovina, miel pura, manzanas, membrillos, guindas, peras, nueces y almendras, olivares y viñedos. Un oasis exquisito entre la estepa y el mar, finalmente integrados. 🐟

Bibliografía