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Caá-mate

Caá-Mate es un ensayo fotográfico que une las voces de trabajadores, académicos y activistas con el fin de visibilizar la necesidad de promover prácticas sociales dignas y ambientalmente sustentables en el cultivo de la “infusión nacional”.
Texto:
Diana Haugg, Javier Gortari, Maria Luz Roa, Patricia Ocampo
En colaboración con:
Andreina Himy
Imágenes:
Toya Sarno Jordan
Caá-Mate es un ensayo fotográfico que une las voces de trabajadores, académicos y activistas con el fin de visibilizar la necesidad de promover prácticas sociales dignas y ambientalmente sustentables en el cultivo de la “infusión nacional”.
Edición
Edición Digital
001

Caá-mate

Texto:
Diana Haugg, Javier Gortari, Maria Luz Roa, Patricia Ocampo
En colaboración con:
Andreina Himy
Imágenes:
Toya Sarno Jordan
La yerba mate es una figura central en la vida cotidiana de los argentinos, pero la gran mayoría desconoce de qué se trata su cosecha. La injusticia social en los yerbales es un problema poco conocido, pero no es nuevo, sino que se origina en los primeros tiempos de la colonia española. Caá-Mate es un ensayo fotográfico que une las voces de trabajadores, académicos y activistas con el fin de visibilizar la necesidad de promover prácticas sociales dignas y ambientalmente sustentables en el cultivo de la “infusión nacional”.
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La yerba mate es una figura central en la vida cotidiana de los argentinos, pero la gran mayoría desconoce de qué se trata su cosecha. La injusticia social en los yerbales es un problema poco conocido, pero no es nuevo, sino que se origina en los primeros tiempos de la colonia española. Caá-Mate es un ensayo fotográfico que une las voces de trabajadores, académicos y activistas con el fin de visibilizar la necesidad de promover prácticas sociales dignas y ambientalmente sustentables en el cultivo de la “infusión nacional”.

Texto: Javier Gortari Docente, investigador, ex-rector de la Universidad Nacional de Misiones.

El mate es la principal infusión consumida actualmente en Argentina, el sudeste brasileño, Paraguay, Uruguay, el sur de Chile y el oriente de Bolivia. Su cultivo se circunscribe al territorio de Paraguay, dos provincias del noreste argentino y cuatro estados del sur de Brasil. En el caso argentino, fue la actividad económica de poblamiento de la provincia de Misiones, donde hoy se genera el 90% de la producción nacional, para un mercado doméstico que representa el 50% del consumo mundial del producto, con un promedio por habitante de 6,5 kg/año. El consumo de yerba mate se remonta a los pueblos originarios americanos de la cuenca del Plata, fue asimilado por los conquistadores que se establecieron en la región del Paraguay a partir de la tercera década del siglo XVI y se difundió desde allí hacia el resto de los dominios españoles del sur de América. Hasta entonces, la producción y el consumo se limitaban a los nativos de la zona, quienes extraían las hojas de los matorrales silvestres que crecen en el sotobosque de la selva paranaense. La utilización tenía más bien un carácter ritual y la planta y su origen divino eran parte de la mitología guaraní. La leyenda le asignaba propiedades benéficas como estimulante nervioso y complemento dietético, corroboradas siglos más tarde por la ciencia. Compartir la infusión tenía también un significado social de hospitalidad y camaradería que perdura hasta hoy. Si bien la economía aborigen era básicamente de subsistencia, mantuvieron esporádicos intercambios con otras comunidades, lo que difundió el consumo de yerba mate hasta los contrafuertes andinos en las regiones de predominio incaico. La denominación autóctona de la infusion, caá-mate, es precisamente la conjunción de una voz guaraní (caá: planta/selva) y otra quechua (mati: calabaza utilizada como recipiente para beber la infusión).

Una tarefera arrastra un raído de hojas de yerba mate en un yerbal a dos horas de Oberá, Misiones

Texto: María Luz Roa, “Tarefa que me hiciste sufrir… La emocionalidad en la constitución del self de los jóvenes de familias tareferas”.

La cosecha de yerba mate consiste en el corte de las ramas de la planta de yerba mate con serrucho o con tijera, la quebranza de las mismas –es decir, la separación de la hoja del palo grueso– y el embolsado de la yerba “ponchada” (cosechada y quebrada) en bolsas de arpillera de 100 a 120 kg llamadas raídos, los cuales se cargan en la espalda del tarefero/a hasta el camión. Considerando que el cobro de la tarefa es a destajo –es decir, por cantidad cosechada-, la misma requiere la suficiente destreza en el corte, quebranza y armado del raído, la fuerza que permita la carga del mismo, y la rapidez necesaria para extraer la cantidad de hoja verde que alcance el jornal (la cual varía alrededor de los 500 kg). Asimismo, en un contexto de alta incidencia de trabajo informal, resulta recurrente que el tarefero cuente con la “ayuda” del trabajo familiar de su cónyuge e hijos, de manera tal de incrementar la cantidad cosechada.

Raído: Atado de hoja verde sobre lienzo que pesa un promedio de 100 kg.

Texto: Diana Haugg, entrevista a Sonia, 25.

“Nosotros, con nuestros hijos, vamos igual y ahí dejamos debajo de una sombra a ellos sentados [menores de 5 años] y ahí entonces tarefeamos. Entonces, cuando llora el que mama, la mamá para, para darle de mamar al chico y el que toma leche ya lleva la mamadera para tomar leche, entonces… cuando duerme ahí arreglamos [sic], tumbamos los pastizal [sic] con un palo y le hacemos la camita y ellos duermen ahí mientras nosotras cosechamos. Es todo un peligro porque en una capuera alta corren el riesgo de que le pique una víbora, que le pique una araña o una avispa. Es todo un problema, nosotras las mujeres tareferas sufrimos mucho más que los hombres, porque el hombre, cuando va, va solo, va y arma su campamento en cualquier lado y duerme. Y para nosotras, las mujeres tareferas, es muy difícil porque tenemos que llevar nuestros hijos y es todo un problema, porque trabajamos más y nos pagan menos”.

Como muchas madres solteras, Mónica Puchalski elige trabajar informalmente, ya que recibe mensualmente el plan social del gobierno Asignación Universal por Hijo (AUH), en teoría apuntado a padres desocupados. Mónica gana un promedio de $2400 por tonelada cosechada. “Cuando hay cuentas en casa, él viene conmigo”, dijo refiriéndose a su hijo de 13 años, que suele acompañarla a los yerbales.
El capataz Sergio Vera, 32, usa su machete para señalar nubes de lluvia en el horizonte en un yerbal. Es uno de los días más calurosos del año: la temperatura llega hasta alrededor de los 35°C.

Texto: María Luz Roa, entrevista a hermanas Patricia, 22, y Cristina, 25.

Patricia: Hay muchos que no son tareferos porque se mueven despacio… le buscan la vuelta. Y los tareferos no, van y con los pies van [hace un gesto con los pies como si avanzara por la capoeira, es decir las malezas entre las plantas de yerba].

Cristina: Como que un tarefero cuando va, va en alpargatas y va pisando lo que va y va…

P: Vos, por ejemplo [me dice a mí], si vas a entrar en alpargatas al yerbal te vas a lastimar toda, pero el tarefero no.

María Luz: ¿Va en alpargatas y no se lastima?

P: No se lastima.

ML: Pero ¿por qué? ¿Por la forma de caminar?

C: Sí, no se lastima y no se cae porque…

P: No siente más el tarefero.

C: No siente nada.

P: Es como que tiene el cuerpo preparado […].

C: Por ahí no sentís mucho que te pican los bichitos, ¿viste? Y uno, y vos, por ejemplo, sentís re bien cuando te está picando algún bichito… o te molesta.

ML: Yo me pongo como loca.

C: Pero nosotros no.

P: No importa.

Tareferos cargan un camión con raídos de yerba al fin de una jornada de trabajo. Serán llevados a una planta secadora en un yerbal a dos horas de Oberá.

Texto: Patricia Ocampo, “Trabajo infantil en la cosecha de yerba mate”, Un Sueño para Misiones.

Nací en Oberá, Misiones. Mi ciudad es la principal productora de yerba mate en el mundo. En mi provincia, el 50% de los trabajadores que actualmente cosechan yerba mate comenzaron a trabajar entre los 5 y los 13 años de edad. Muchos de mis amigos de la infancia eran cosecheros, mis padres cosechaban con 16 años.

El trabajo en el yerbal es peligroso. Los tareferos cosechan 14 horas por día y son transportados en camiones, a pesar de que esté prohibido; los accidentes en la ruta son frecuentes y cuestan vidas. En el yerbal abundan los animales venenosos, se utilizan herramientas filosas, y el uso intensivo de agroquímicos destruye la salud de los trabajadores. Cuando acampan en el yerbal, el empleador les vende alimentos hasta 40% más caros que en el pueblo. El trabajo en el yerbal garantiza la pobreza. Ahora, imaginen a un niño que abandona la escuela para trabajar en un lugar así.

Guayno: Menor de edad que trabaja en los yerbales, usualmente acompañando a algún adulto. Se refiere a su mano de obra, prohibida por marcos legales aunque naturalizada en la sociedad, como ayuda. Los guaynos quedan por fuera de los programas económicos para la interzafra.
Yésica Fabrizio, 23, mira por la ventana de la camioneta de su capataz. Todos los días, el capataz la busca a las 5 am junto a su cuadrilla.
“Se aseguran la mano de obra barata. No se puede mecanizar la yerba como lo hicieron con el té”, cuenta Simeón Domínguez, quien a sus 65 años sigue tarefeando por necesidad. No cuenta con aportes para su jubilación, ya que trabajó informalmente desde los 8 años.
Un tarefero jubilado reza en la iglesia en el barrio San Miguel de Oberá, donde la comunidad es predominantemente religiosa.

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Bibliografía