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Edición
Edición Digital
004

Manifiesto Ferviente

Pickles de nabo, remolacha y granos de mostaza.
Texto:
Mercedes Villalba
En colaboración con:
Imágenes:
Sebastián Lopez Brach

Asesoramiento de fermentos: Eliana Debuc

Para: Sandor Ellix Katz y Natsuko Uchino

Pickles de nabo, remolacha y granos de mostaza.
Edición
Edición Digital
004

Manifiesto Ferviente

Texto:
Mercedes Villalba
En colaboración con:
Imágenes:
Sebastián Lopez Brach

Asesoramiento de fermentos: Eliana Debuc

Para: Sandor Ellix Katz y Natsuko Uchino

La antropóloga Mercedes Villalba comparte su reconocido texto Manifiesto Ferviente con Revista Anchoa.
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  1. Scobys de kombucha.
  2. Pickles de nabo, remolacha y granos de mostaza.
  3. Scoby madre de vinagre de manzana (Mycoderma aceti).
La antropóloga Mercedes Villalba comparte su reconocido texto Manifiesto Ferviente con Revista Anchoa.
Prólogo

Las políticas de extracción asumen que el valor no es intrínseco sino que viene dado por un proceso de agregación. El valor es algo que se otorga, desde afuera, sobre algo que en sí mismo no vale nada. Esa es otra de las muchas maneras en que las políticas de austeridad, por ejemplo, continúan una narrativa colonial: el mundo como vacío por conquistar. Vacío de valor, de significado, de belleza, de conocimiento, de vida, de derechos, de agencia.

Hay una crueldad particular en ser visto sólo como algo con potencial, esperando a ser actualizado (y capitalizado) por la mano mágica del desarrollo. Es una mirada que te trata como algo que no tiene capacidad de hacer, solo de recibir mientras te culpa por no ser suficiente para haber merecido más, responsabilizándote por su crueldad. Esa disonancia cognitiva de la objetivación es moneda corriente para cualquier grupo o persona que vive de alguna manera en un estado de resistencia permanente, sea por quiénes son, por dónde nacieron o por cómo deciden experimentar el mundo. Y es agotador. Es agotador tener que defender tu existencia, en parte porque es absurdo. Tu presencia es suficiente justificación, y la trampa de los sistemas autoritarios es generar constantemente espacios donde el valor de la vida tiene que ser justificado (a no ser que seas un grupo de células fecundadas, sin entidad, historia, opiniones ni personalidad, ahí sí que te otorgan entidad automática).

Odian los derechos porque piensan que no todo el mundo tiene el mismo nivel de humanidad, y que no todo el mundo merece un futuro. Por eso, las conversaciones sobre el valor, sobre la utilidad de los derechos, son una trampa. Desconfía de quien te diga que no hay tiempo, dinero, recursos o medios para respetar la humanidad de las personas. Lo que en realidad te están diciendo es que no todas las personas tienen el mismo nivel de humanidad, y diciéndotelo de una manera creíble se aseguran el poder para decidir quién se merece ser humano y a pesar de quién.

A eso le decimos no. Para todes, todo.

A las políticas de austeridad, el manifiesto ferviente le opone una política de la abundancia.

Yo no soy política. Soy escritora. Y como escritora, creo en el valor de las palabras, creo que vivimos en un mundo en el que el valor no lo da el capital. Creo que el capital es una manifestación de dónde y cómo ponemos la atención. El manifiesto no es un texto para leer en busca de respuestas, pero sí para sentirse menos sola. Cuando lo escribí, a finales del 2016, tenía ganas de gritar, de miedo, de bronca pero también para ver quién respondía el grito, qué ecos rebotaban. En lugar de gritar escribí este texto. Lo publicaron en una revista sobre plantas que se llama The Plant, gracias a que la editora Cristina lo quiso publicar a pesar de que no era lo que les había dicho que iba a escribir. Al año siguiente, Eva, la editora de Calipso Press se lo cruzó, creo que en un café, y lo quiso editar como un librito. Digo librito porque la edición que hicieron con el estudio de diseño Taller Agosto, en Colombia, es pequeñísima. La diseñadora se inspiró en una cita de Montaigne que dice algo así como que los textos de los que hay que cuidarse no son los de mucho volúmenes sino los que entran en un bolsillo. Hicieron una edición hermosa, que entra perfectamente en una mano, y que se lee en dos idiomas, el inglés en el que lo escribí y el castellano que es mi lengua materna. También lo agarraron las chicas de otra editorial pequeña, No Libros, en Portugal, y lo tradujeron al portugués y así fue circulando, de mano en mano, de boca en boca hasta llegar a las manos de Sandor Katz, a quien le había dedicado el libro junto a mi amiga Natsuko porque son las dos personas de las que más aprendí sobre fermentos. Alba y las chicas de La Escocesa, en Barcelona, lo tradujeron al catalán el año pasado y lo imprimieron con muchísimo cuidado en un tono de rosa que me recuerda a las flores de begonia. Sigue dando vueltas y acumulando ediciones y versiones. Ahora se está haciendo una traducción al kichwa, cosa que me emociona muchísimo, y una edición ilustrada. Se imprimió mucho en risografía, una técnica de impresión que sale de las fotocopiadoras de oficina y que se usa mucho para imprimir panfletos y boletines porque es barata, accesible y colorida. Les cuento esto porque el Manifiesto existe gracias al trabajo de muchas personas, en su gran mayoría mujeres, que trabajan en pequeñas editoriales con un puñado de personas haciendo libros que consideran valiosos, como Bruna, la editora de esta revista que decidió darle otra vida más. El hecho de que estés leyendo este texto, ahora mismo, es resultado de la abundancia de las relaciones humanas, del valor intrínseco que tienen escuchar y resonar y hacer y atender y cuidar y alimentar, a veces contra todo pronóstico.

1. suficiente

Estos son tiempos de resistencia. Quizá todos los tiempos son tiempos de resistencia, pero éste, justo ahora, se siente urgente; los asesinatos y los hurtos repicando en nuestros oídos, ensordecedores. Pareciera que debemos estar afuera, con cuchillos entre los dientes: cazando serpientes, derribando puertas. Estos son tiempos en los que lo que nos ha sido arrebatado nos duele más, en los que los muertos no descansan en paz.

Un tiempo de terrenos turbulentos.

2. restregándonos tierra en los ojos

Ahí en el suelo opaco es donde pulsa.

Lo que no está quieto no son solamente los muertos, sino la tierra a su alrededor, las rocas, los minerales y los miles de recovecos en los que la greda ha escondido sus restos. Lo inerte: eso que, en virtud de un cuidado entrenamiento de nuestra atención ha sido clasificado como la negación de la vida. Lo que no descansa en paz es el paisaje estallado. El que ignorado por estéril, se consideró sólo para extracción. Esto es lo que nos está enseñando a mirar.

3. levantarse en fervor

Es en momentos como éste que la alegría se convierte en un asunto político. Demandamos el derecho a sobrevivir en nuestro goce. A que no nos asesinen por crecer regocijados. Así que se convierte en un asunto de cuidados mantener y alimentar esa alegría cada vez que se encuentre. No es amoral ser felices en tiempos de muerte. Tenemos el derecho a existir, a defender nuestra vida, a volver su resistencia una cuestión ética. Es clave defender nuestro regocijo, y para eso puede que nos veamos obligados a confeccionar burbujas. Bolsas de aire y espacios de excepción, escondites donde ir a nutrirse y descansar. Que abunden estos espacios, aunque sean temporales. Que alberguen las más extrañas y creativas de las excepciones. Burbujas donde imaginar nuevas historias, escribir nuevas reglas. En tiempos como éste, estamos luchando por nuestro derecho al futuro. El truco está en hacer fermentar estas burbujas, levantándose en fervor.

4. atención

La fermentación nos enseña a entender el suelo como algo sustancialmente tumultuoso. Hace visible el invisible potencial de las cosas que parecen en calma; la superficie de una hoja de repollo, la delicada cantera de arcilla, ambos rebosantes de vida y tiempo. También nos enseña a ver al tiempo como una cosa a descifrar: una suavidad, una acidez interesante. La perversidad del liberalismo tardío no conoce límites en lo que respecta al entrenamiento de la atención del consumidor hacia estas texturas como signos de descomposición y enfermedad. ¿Qué mejor señal de que son algo revolucionario? Lo que la fermentación nos muestra son las conexiones invisibles entre todo. Vida burbujeante desatada en las cosas escondidas tras la opacidad de la materia. La fermentación es una opción al microscopio, no consiste en relacionarse con estos fenómenos a través de imágenes sino a través de su carácter. Lo que les gusta hacer, cómo prosperan. Te acostumbras a no distinguir tipos de vida sino a reconocer su presencia y consecuencias. Así que cuando algo fermenta puedes sentirlo, resuenas con ello. Puedes anticipar sus necesidades. Así es como nutres los fermentos. Les das alimento, lo que quiere decir que les das opciones para expandir su vida.

Aprendes a cultivar el futuro.

5. pataditas

¿Cuáles son las políticas de la fermentación? La habilitación de redistribuciones físicas y cognitivas del poder. La fermentación nos enseña que las burbujas no son estáticas, que el fervor es emocionante y posible y que el cambio siempre está presente. En tiempos de oscuridad y desesperación, cuando la más aterradora subjetividad parece ser la que está en el poder, gritamos por nuestra oportunidad de ser expansivos. Aprende de aquellos que fermentan gaseosas, escucha las voces que desafían los límites de tu cuerpo. Hazlos tu familia.

Nos convertiremos en piedras, sintonizaremos con los minerales que forman nuestras uñas, con el parásito que da forma a nuestro cabello, las viejas vegetaciones de nuestros oídos, los moluscos de nuestra nariz.

Reptaremos y permaneceremos quietos tanto tiempo como deseemos, expandiendo nuestra presencia.

Cuanto más aprietes la cerradura, cuanto más vigiles la frontera, más fuerza acumularemos. No nos preocupa derramar, pues derramar es expandirse. Somos muchos. Somos poderosos en nuestra multitud. Déjanos desatendidos y cambiaremos el tejido de la materia.

6. jardines

Armonizarse con las microscópicas redes de bacterias, hongos, líquenes y raíces que hacen opaca la materia nos da control sobre las tecnologías de recuperación. Nos enseña el poder de recuperar baldíos. La mejor forma de cooptación. Si quieres entrenarnos en subjetividades que prosperan en el colonialismo, lo convertiremos en invasión bacteriana. En expansión de esporas. Colonizaremos. Pero no para sostener tus jerarquías de inequidad. No para alimentar tu maquinaria del miedo. No construiremos máquinas, las cultivaremos como personajes en una novela de Octavia Butler. El futuro es nuestro y está por todos lados, en cada nivel de la materia.

Adelante, lánzanos inercia, nosotros cultivaremos jardines de piedras.

Bibliografía