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Edición
Edición Digital
002

Regenerar para regenerarnos

Texto:
Agustín Barbera, Juan Pedro Borrelli
En colaboración con:
Imágenes:
Milagros Pico
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002

Regenerar para regenerarnos

Texto:
Agustín Barbera, Juan Pedro Borrelli
En colaboración con:
Imágenes:
Milagros Pico
La vitalidad del suelo genera la vitalidad de nuestros alimentos. Esto es así a tal punto que uno de los debates entre historiadores en relación con la caída del Imperio Romano está ligado al suelo. Se cree que el colapso fue resultado de un sistema vicioso consistente en una agricultura de manejos intensivos, que favorecieron la productividad por sobre la fertilidad del suelo. Esto habría resultado en la importación de alimentos, lo cual debilitó al imperio. Para poder acercarnos al origen de lo que comemos, hoy más que nunca el primer paso está en entender cómo funciona el suelo, un ingrediente esencial en el desarrollo de las culturas gastronómicas a lo largo de la humanidad.
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La vitalidad del suelo genera la vitalidad de nuestros alimentos. Esto es así a tal punto que uno de los debates entre historiadores en relación con la caída del Imperio Romano está ligado al suelo. Se cree que el colapso fue resultado de un sistema vicioso consistente en una agricultura de manejos intensivos, que favorecieron la productividad por sobre la fertilidad del suelo. Esto habría resultado en la importación de alimentos, lo cual debilitó al imperio. Para poder acercarnos al origen de lo que comemos, hoy más que nunca el primer paso está en entender cómo funciona el suelo, un ingrediente esencial en el desarrollo de las culturas gastronómicas a lo largo de la humanidad.

La vida en nuestro planeta funciona en totalidades y el suelo es una de ellas. Es un ser viviente que respira, se alimenta, digiere, se regenera y tiene una función clave para la salud y subsistencia de otros seres y componentes. El planeta Tierra es un gran organismo que establece complejas relaciones y vínculos. Un ejemplo de ello es la interconexión entre desiertos y selvas: las partículas vuelan desde los desiertos atravesando océanos para aportar nutrientes a las selvas en otra parte del globo. A la vez, las selvas y desiertos funcionan también como organismos dentro del sistema Tierra. Cada uno de sus componentes (animales, plantas, suelo, entre otros) constituye asimismo una entidad individual e interconectada. Como menciona Allan Savory, impulsor de la agricultura regenerativa, la vida funciona en totalidades y ellas se caracterizan por la enorme cantidad de vínculos que las sostienen.

La Teoría general de sistemas resalta que los sistemas complejos tienen la característica de que no pueden explicarse correcta y exclusivamente por la descripción de sus partes, sino a partir de las complejas relaciones entre sus componentes: el todo es mucho más que la suma de las partes. Entonces, si queremos comprender el funcionamiento de un pastizal, una selva, nuestro cuerpo humano o el suelo, tenemos que enfocarnos en esas relaciones que lo hacen desenvolverse correctamente.

Hoy más que nunca, nuestra realidad y rol como seres humanos precisa que nos relacionemos y vinculemos de manera diferente con el suelo. Sabemos que los suelos se encuentran mundialmente en un estado de degradación alarmante, en buena parte porque hemos ignorado su importancia y extrajimos todo lo que pudimos de ellos.

Afortunadamente, existe una corriente cada vez mayor de personas que buscan producir de manera regenerativa, recuperando los suelos y los ecosistemas. Así es que nace Escuela de Regeneración, un grupo de personas de diferentes disciplinas –Agroecología, Ganadería Regenerativa, Permacultura, Agrofloresta, entre otras–, con el propósito de crear una comunidad de aprendizaje y acción. Nos basamos en una cultura regenerativa para poder reconciliar a las personas con su entorno. Buscamos lograr un ambiente sano, biodiverso y regenerativo y el foco de todo ello siempre está puesto en el suelo.

En el contexto actual, grandes extensiones de pastizales naturales han sido reemplazadas por actividades agrícolas, y muchos productores agropecuarios trabajan con monocultivos. Este manejo de producción descarta la biodiversidad natural del pastizal, y por ende sus servicios ecosistémicos, intercambiándolos por grandes aportes de insumos externos, en su mayoría de síntesis química. Estos insumos no solo generan impactos considerables en el ambiente y la biodiversidad, sino que también son muy costosos para los productores agropecuarios. En La revolución de una brizna de paja, Masanobu Fukuoka dice que los abonos químicos extraen la vitalidad de la tierra. Incluso si se utilizan durante una sola generación, el suelo sufre considerablemente. No hay camino más inteligente en agricultura que el de la mejora del suelo en su totalidad.  

Entonces, ¿cómo funciona el suelo?

Un suelo sano (es decir, biodiverso) generará plantas sanas, y estas alimentarán a animales sanos. Para entender cómo funciona un suelo y qué determina que esté sano, debemos comprender los procesos y funciones que lo caracterizan como un ser viviente. Un suelo fértil tiene una elevada respiración, generada por procesos en los que participan todos los organismos que viven dentro, como bacterias, hongos, lombrices, gusanos, larvas, etc.

Detalle de las raíces de una planta, en donde el suelo “cementado” sobre ellas es debido a la liberación de los exudados radicales en la rizosfera, y aglutinamiento de microorganismos.

La biodiversidad de un suelo es fundamental. Así como en una selva podemos encontrar gran cantidad de animales, insectos y plantas realizando diversas funciones, comiéndose unos a otros y generando equilibrios, en el suelo cada grupo de organismos cumplirá diferentes funciones para mantener la estabilidad necesaria para su correcto funcionamiento. Todo ese conjunto de seres no solo respira profundamente, sino que también se alimenta de múltiples maneras. Esto es similar en los animales: cuando comen, están alimentando a los millones de microorganismos en su estómago.

En el suelo, el proceso es análogo, y su alimentación empieza con el proceso de la fotosíntesis. Las plantas transforman la energía lumínica del Sol en energía química y la insertan directamente en el suelo mediante sus raíces, liberando gran cantidad de compuestos y atrayendo microorganismos que –de manera simbiótica– conviven con la planta. Este es el primer eslabón en la alimentación del suelo.

La rizosfera, el área circundante a las raíces de las plantas, es donde se forman verdaderas comunidades de bacterias y otros microorganismos, y cuando el suelo está sano estos distintos seres la van colonizando muy rápidamente. Estos intercambios y relaciones se dan de múltiples maneras realmente maravillosas. Las diferentes plantas “llaman” mediante la secreción de compuestos denominados exudados radicales a los microorganismos que desean y que son importantes para su supervivencia. Liberan mediante las raíces estos exudados y se forman íntimas relaciones entre la planta y el microorganismo. Es también por este motivo que es importante la biodiversidad de plantas para alcanzar una biodiversidad de microorganismos.

Procesos y vínculos de un suelo sano

I. El Nitrógeno y las leguminosas

El Nitrógeno es uno de los elementos más importantes para el desarrollo de las plantas. En el aire que respiramos se encuentra una gran proporción de Nitrógeno, pero las plantas no tienen la capacidad de tomarlo para su beneficio en el estado gaseoso en que se encuentra. En este caso, una familia de plantas llamadas leguminosas genera una relación de beneficio mutuo con un tipo de bacterias que tienen la capacidad de transformar esa molécula gaseosa, lo cual se conoce como la fijación biológica del Nitrógeno. Al asociarse entre sí, generan una especie de masa globular en la raíz, llamada nódulo. En los nódulos habitan estas bacterias, favoreciéndose de algunos compuestos entregados por la planta, y a cambio estos microorganismos le entregan compuestos nitrogenados. Así, la presencia de las leguminosas se vuelve un requisito de vital importancia para la salud del suelo.

II. Micorrizas

Las raíces crecen buscando espacios en el suelo, intentando penetrar los poros, en donde se encuentra acumulada el agua enriquecida con nutrientes que se fueron solubilizando por diversos mecanismos. Pero no siempre logran hacerlo, ya que hay poros de diversos tamaños. Entonces llegamos a la simbiosis asombrosa y vital de las micorrizas, que es el vínculo que se da entre las raíces de las plantas y unas especies de hongos. Se genera un intercambio de compuestos en donde la hifa del hongo coloniza de diversas maneras las raíces, y le permiten ampliar la superficie de absorción de agua y nutrientes a las plantas de una manera excepcional. La red de hifas que puede haber en un suelo sano se escapa a nuestra imaginación. Estas asociaciones son solo un ejemplo de la gran cantidad de relaciones bióticas que suceden cuando el suelo está abundante de vida.

Estructura “migajosa” de un suelo fértil y sano.

III. Digestión: degradadores y detritívoros

El suelo también digiere y transforma grandes cantidades de residuos que quedan sobre y dentro de él gracias a organismos llamados degradadores y detritívoros. El proceso de degradación se relaciona directamente con el pastoreo. Cuando el herbívoro consume un forraje en pie, se genera un desequilibrio. Para reestablecerlo, mueren muchas raíces, que son el alimento principal para una gran comunidad de organismos degradadores. Estos, luego de varias transformaciones e intercambios, generan sustancias estables de Carbono y nutrientes. A su vez, el animal en pastoreo circula dejando sus deyecciones, que los microorganismos transforman, y así contribuyen a la fertilidad del suelo.

IV. Humus

Luego de varias relaciones, la red trófica se ramifica hacia muchísimos otros seres como microorganismos, lombrices, gusanos, escarabajos, etc. que dejan en el suelo como producto final el humus, que será la “caja fuerte” de fertilidad. Con el humus habrá grandes cantidades de nutrientes en una forma estable dentro del suelo, que no podrán lavarse fácilmente con las precipitaciones, y estarán ahí para ser utilizados por las plantas. Además, en esas sustancias húmicas es donde encontraremos los grandes suministros de Carbono.

V. Absorción del agua y la piel del suelo

El agua de lluvia es vital para la salud del suelo, pero trae consigo un gran riesgo: el impacto de la gota sobre su superficie debido a la velocidad y la altura que puede tomar. El impacto de miles de gotas sobre el suelo desnudo rompe los agregados generados por los procesos descritos anteriormente dando lugar a una compactación superficial llamada encostramiento. Este es un serio problema para el suelo, ya que limita el crecimiento de las plantas y el intercambio de aire dentro y fuera de él. Cuando el suelo está compactado, es decir, con poca porosidad, corre riesgo la supervivencia de todos los seres que precisan respirar intensamente y viven en él. Además, cuando el agua no infiltra rápidamente, también aparece un riesgo elevado de erosión.

Pero el suelo tiene su forma de cuidarse, manteniendo una “piel” que lo resguarda de estos impactos y que se genera a partir de restos de plantas muertas, como hojas o tallos. En cualquier sistema natural o productivo que tenga un suelo sano y fértil, éste tiene una cobertura la mayor parte del tiempo, que lo protege no solo de los impactos de las gotas de lluvias sino también de la resecación en tiempos de elevadas temperaturas. Esa cobertura también ayuda a limitar que el agua que contiene el suelo se evapore, y por lo tanto permanezca húmedo por más tiempo.

Nódulos o “nodosidades” en raíces de plantas leguminosas.

Cuando los procesos que presentamos suceden de forma efectiva, el suelo y su estructura se vuelve suelta, porosa, sin compactación, o como nos gusta llamarla a los que trabajamos con el suelo: una estructura migajosa. Gracias a las raíces que van creciendo, formando especies de cabelleras que se agarran al suelo, se van formando pequeños agregados, que hacen que un suelo tenga la suficiente cantidad de poros para infiltrar y acumular el agua.

El suelo respira, se alimenta, digiere, y en todo ese proceso las plantas, sus raíces y los microorganismos que habitan en él cumplen un rol fundamental. Se trata de ciclos que se reiteran en el tiempo, y cuando funcionan correctamente, generan escenarios de cada vez mayor fertilidad.

VI. Interpretando las señales del suelo: “Malezas”

El suelo nos habla, y cuando aprendemos su lenguaje nos manifiesta explícitamente lo que necesita para su salud. En los manejos tradicionales y en el período de adaptación es común que el método de pastoreo deje el suelo descubierto en algunas partes. En ese suelo es esperable que comiencen a crecer algunas hierbas comúnmente llamadas “malezas”, y que desde una lógica o visión lineal y parcial, sean consideradas un problema y se busque eliminarlas. En realidad, estas malezas lo único que buscan es restablecer el mejor ambiente para que se desarrolle toda la vida necesaria, intentando cubrir el suelo lo más rápido posible y regenerando su piel.

Los sistemas dependientes de insumos externos nos muestran los profundos desequilibrios que hay en el suelo actualmente. En un sistema natural no existe el concepto de plaga, ya que las poblaciones se autorregulan manteniendo los equilibrios.

Bajo el enfoque agroecológico se busca romper esas dependencias externas. Para eso, buscamos imitar los procesos biológicos que hacen funcionar a un agroecosistema, mediante diversas estrategias productivas que fomenten la biodiversidad tanto cultivada como natural, y que mantengan el suelo vivo y sano.

¿Cómo podemos empezar a entender mejor al suelo y regenerar los campos productivos?

La visión de la sustentabilidad no alcanza a la hora de hablar de regeneración, sino que debemos crear ambientes que mejoren lo que ya hay, que el suelo desarrolle todo el potencial biótico que permita, y con él la vida a su alrededor.

Para poder regenerar, tenemos que situarnos en el contexto mundial actual; el cambio climático que hemos generado y estamos transitando no es sólo producto de las grandes emisiones de gases de efecto invernadero, sino también de la escasa importancia que le hemos dado al suelo como gran sumidero de Carbono. Es importante comprender que los grandes ambientes de pastizales y pasturas como los que teníamos predominantemente en la llanura pampeana guardan una importante cantidad de Carbono. Afortunadamente aún quedan grandes extensiones de estos sitios, y con el manejo regenerativo podemos potenciarlos.

Ganadería Regenerativa y Manejo Holístico

Desde la Ganadería Regenerativa y el Manejo Holístico, trabajamos con productores agropecuarios para que puedan manejar su ganado logrando estos procesos. Se planifica el pastoreo de los animales para que puedan ir avanzando en diferentes partes del campo consumiendo forraje, y cuando los pastos se regeneran a un volumen considerable, vuelve a empezar el ciclo. Así dinamizamos la “máquina” de secuestro de Carbono dentro del suelo. Además, se busca que el proceso de pastoreo fomente la biodiversidad de plantas, ya que cada una tiene su función, su tiempo de recuperación, su esencia y su exploración particular dentro del suelo.

Así, cuando hablamos de regenerar no hablamos solamente del suelo, sino también de los pastizales, pasturas, y de las personas que están “dentro” de los sistemas. Cuando comienza un proceso de regeneración, se trata de definir entre todos los actores participantes qué ambiente se quiere generar en ese lugar, así como también las relaciones que queremos y precisamos tener con las personas intervinientes.

Regenerar para regenerarnos

Regenerarnos nos lleva a comprender mejor los ciclos y procesos del ambiente y su relación con el suelo. Si ampliamos el foco al ambiente entero, comprenderemos que durante las diferentes estaciones del año el suelo realiza un proceso de inhalación y exhalación. En el invierno, gran parte de la actividad biótica se encuentra debajo del suelo, en un proceso de “inhalación”, donde suceden importantes procesos. En la primavera, toda la energía que se acumuló dentro del suelo emerge en diferentes formas hacia el exterior, con una intensa actividad en las plantas, polinizadores y otros seres. Este período de “exhalación” es, mediante el manejo regenerativo, un gran momento para potenciar la dinámica de pastoreo y secuestro de Carbono en pastizales y pasturas. Así, comprender el lenguaje del suelo y el ambiente en general, nos ayuda a reconocer lo que precisa para su bienestar y predisponernos al continuo aprendizaje.

En nuestro trabajo de producción agroecológica buscamos fomentar la biodiversidad con la implementación de policultivos en donde se incorporan especies leguminosas para potenciar la fertilidad. Se busca hacer eficiente el reciclado de nutrientes, mantener la cobertura del suelo, integrar los animales en pastoreo, entre otras estrategias. De esta manera no solo logramos un ambiente y suelo sano, sino que perseguimos permanentemente la independencia de insumos externos, intentando que todo el establecimiento funcione como una entidad que se auto-regula, recicla y potencia. En este proceso, además, los productores agropecuarios disminuyen considerablemente sus costos de producción y el riesgo económico, permitiendo un bienestar productivo y psico-social más elevado.

Regenerar implica también regenerarnos, y para ello tenemos que aprender y desaprender muchos conceptos. Una de las grandes cosas que debemos practicar y ejercitar constantemente se basa en complejizar nuestra observación. Esto es vital para comprender mejor el ambiente, las personas, los animales y el suelo. En nuestro proceso de aprendizaje y acompañamiento profesional hemos participado de profundas y hermosas transformaciones de personas que –a medida que iban buscando las formas de regenerar su suelo– se encontraban con una apertura de su conciencia, una observación verdadera, y sensibilidades antes minimizadas. Estamos seguros de que la riqueza, armonía y vitalidad de nuestro suelo será la riqueza, armonía y vitalidad de nuestros pensamientos y acciones. 🐟

Bibliografía