Sembrando resistencia
Sembrando resistencia
Andrea Leia, guardiana y docente de semillas, es la fundadora de Shamballa, un espacio dedicado al desarrollo de semillas orgánicas y cuidado de semillas ancestrales en el monte cordobés. Actualmente, dicta un seminario sobre el mundo de las semillas.
Imaginemos por un momento un huerto donde crecen 30 diferentes tipos de vegetales de semillas, cuidado por varias generaciones a lo largo de los años. El suelo está lleno de vida: microorganismos, insectos, pájaros, polinizadores, malezas, árboles nativos, hierbas medicinales, flores y todo lo que hace a un ecosistema saludable está ahí presente, radiante, vivo.
Las plantas que crecen libremente dentro de este ecosistema son polinizadas abiertamente, a través de los polinizadores y el viento. Las semillas que van a producir poseen gran diversidad genética dentro de cada especie, generando adaptabilidad a las condiciones cambiantes del territorio y resistencia a las enfermedades y depredadores.
Si estas plantas y semillas han sido cultivadas y cuidadas por lo menos por cinco generaciones, las vamos a llamar heirloom, linaje ancestral o línea pura. Cuando hablamos de estas semillas, no solo nos referimos a su procedencia genética, sino también a la conexión profunda que tienen con la cosmovisión de un pueblo y la relación íntima con sus alimentos y la forma de prepararlos. Conservan las características de las semillas polinizadas abiertamente y son buscadas por su variedad de formas, colores, sabores y valor nutritivo. Las semillas crecen siempre dentro de un modelo productivo de alimentos, funcionando como bancos de información. En cada semilla está guardada la memoria del suelo, la temperatura, los períodos de siembra y cosecha, inclusive las horas de luz. Las semillas operan como cápsulas de tiempo a medida que interactúan con el ecosistema y los humanos.
El sistema de producción industrial actual mayormente busca la uniformidad y rendimiento, en detrimento de la salud, sabor, nutrición y biodiversidad de las variedades vegetales. Estos sistemas productivos, generalmente, van de la mano de la producción de semillas híbridas, resultado de la polinización cruzada entre dos especies vegetales diferentes de la misma familia. Estas plantas son polinizadas por la mano del hombre, que busca desarrollar ciertas características fenotípicas, que las hacen más fáciles de comercializar y, por sobre todo, la capacidad de reproducirse. La hibridación de las semillas hace que al sembrarse, no se va a dar una planta igual a su madre. Por eso, no son semillas viables, ya que cada año se tienen que volver a comprar en vez de seguir el proceso natural, que se fue adaptando en la historia de la humanidad hace 12.000 años.
Algunos desarrolladores de especies vegetales utilizan el método de hibridización para crear nuevas variedades, las cuales necesitan varias generaciones para poder estabilizar su genética y así volver a producir semillas fieles a la planta madre. Muchas veces estos desarrolladores trabajan en conjunto con chefs y agricultores en el desarrollo de variedades enfocadas en el sabor, rasgo buscado por la gastronomía. Estas prácticas reflejan el movimiento seed to table –de la semilla a la mesa–, un movimiento que promueve una producción que prioriza tanto el sabor como la localidad, estacionalidad y el cuidado de la tierra a la hora de comer. Las semillas, en este modelo, son la base de una agricultura centrada en el sabor. Dan Barber, uno de los pioneros de este movimiento, confirma que “cuando seleccionás alimentos por su sabor desde el comienzo, también estás seleccionando cualidades como la nutrición. Y estás seleccionando por la salud del suelo: resulta que buscar el sabor en un alimento es una buena manera de mejorar nuestras dietas y nuestros territorios”.
Es importante que consideremos que las semillas van desarrollando adaptabilidad a cambios a través de los años. El lazo entre la semilla y la humanidad es un punto clave de nuestra existencia. Todas las grandes civilizaciones a lo largo de todos los continentes se sostuvieron en gran parte por la domesticación de sus semillas. Esto se da de la mano de la selección natural hecha por los humanos, quienes se guían por ciertas características genéticas. Los campesinos, a través de la selección natural, buscaron mejorar la producción, el sabor, la resistencia, la nutrición y la adaptación de sus alimentos. Esa selección produjo cambios genéticos naturales, a diferencia de las semillas modificadas genéticamente, que son el producto de la biotecnología en un laboratorio y no de un proceso natural. La manipulación genética artificial busca producir plantas con ciertas características que van a beneficiar la industrialización de su producción. Comúnmente se busca la resistencia al glifosato y otros agrotóxicos para combatir plagas y además la adaptación a ciertas características propias de la producción industrial, entre otras. Las primeras semillas OMG salieron al mercado alrededor del año 1996 y Argentina fue uno de los primeros países que le abrió sus puertas a las grandes corporaciones. Este tipo de semillas son parte de un paquete tecnológico que no solo incluye la semilla, sino el agregado de pesticidas y fertilizantes químicos que hoy conocemos como el modelo de cultivo del agronegocio.1
Para simplificar, podríamos separar los modelos de producción en dos: el campesino y el industrial, los cuales responden a dos paradigmas distintos sobre la definición de lo que entendemos como propiedad. El campesino es un sistema ancestral basado en los derechos comunitarios de producción y protección de semillas, lo que hoy llamamos soberanía alimentaria. El industrial vincula el concepto de propiedad privada a las semillas mismas de la mano de patentes de derecho intelectual.
En 1973, Argentina aprobó la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas, que otorgó la protección de propiedad intelectual de las semillas.2 De la mano de la Revolución Verde, grandes corporaciones se adueñaron de miles de años de trabajo intergeneracional de diferentes pueblos a lo largo del mundo, convirtiendo el acto milenario de mejorar, intercambiar y guardar semillas en un delito. Estas nuevas medidas llevan a las economías locales, los sistemas comunitarios de cultivos y a los pequeños agricultores hacia una economía diseñada por la centralización del poder y la tierra. Hoy son cuatro corporaciones: Bayer, Corteva, ChemChina y BASF las que controlan más del 60% de las semillas mundiales.3
12.000 años
En las montañas de Guatemala, el pueblo originario Tutzujil viene sembrando maíz de la misma forma por cientos de generaciones. Esta es la unión entre cultura, ritual y el alimento. Cada 12 años cosechan lo que ellos llaman el maíz sagrado, plantado en forma de espiral. Este método les permite conservar la pureza de la variedad y al mismo tiempo la diversidad genética. El maíz no solo es su sustento, sino un instrumento de conexión con lo sagrado y con su cultura. Estas semillas son un ejemplo del fruto del trabajo de varias generaciones, la capacidad de adaptación y el conocimiento de los pueblos agrícolas. Durante miles de años las semillas fueron objeto de intercambio libre y eso permitió el mejoramiento, la adaptación y la biodiversidad genética. La tarea de esta comunidad fue ir mejorando el grano ancestral teosinte a partir de la selección de semillas, por el cual hoy tenemos el maíz.
En la ciudad de Alepo, Siria, se encontraba hasta hace unos años uno de los bancos de semillas más importantes del mundo. Ahí el Dr. Ali Shehadeh, un colector de semillas, se encargó por muchos años de mantener viables cerca de 150.000 variedades de trigo, habas, cebada y lentejas de genética muy antigua. Hoy, podemos contar entre 100 y 200 de esas variedades en manos de los campesinos en todo el mundo. ¿A qué se debe esta pérdida? En los últimos 100 años hemos perdido alrededor del 93% de las especies vegetales y estamos frente a un período de extinción de muchas más.
Resistencia
Frente a la pérdida de biodiversidad y la presión de las corporaciones para imponer un modelo productivo, empezaron a aparecer movimientos de resistencia en manos de diferentes agrupaciones, como La Vía Campesina, las redes de pueblos originarios y grupos de pequeños agricultores buscando reclamar el derecho a las semillas libres de patentamiento y los suelos libres de agrotóxicos. Como respuesta al patentamiento, un grupo de desarrolladores de variedades vegetales, guardianes de semillas, pequeños productores y comunidades originarias crearon un sistema de semillas de código abierto, llamado OSSI –Open Source Seed Initiative.4 Su meta es proteger variedades vegetales del patentamiento, sean existentes o creadas recientemente.
En las comunidades indígenas de América del Norte, está emergiendo un movimiento que busca la justicia social de la mano de la rematriación de semillas. Encabezado por Rowen White, una mujer guardiana de semillas de la comunidad Mohawk de América del Norte, la iniciativa rescata semillas ancestrales que se creen perdidas y se rematrian a los pueblos que las cuidaron por generaciones. Gracias a este movimiento, en la zona del río Hudson, se logró cultivar las últimas dos mazorcas de un maíz ancestral originario que desapareció cuando las comunidades fueron desplazadas de su territorio. La vuelta de la cosecha de este maíz devolvió al pueblo no solo sus semillas sino también su identidad gastronómica, dándole la oportunidad de preparar sus platos tradicionales con ese maíz que se había perdido.
Hasta hace menos de 100 años nuestras semillas estaban en manos de la gente, eran parte de la cultura y de la vida como comunidad. Con esas semillas crecían los alimentos que se convertirían en la tradición gastronómica de cada región y pueblo. Necesitamos recuperar la genética de estas semillas frente al caos climático y restaurar esa conexión olvidada y perdida con la naturaleza. Volver a guardar, cuidar y reproducir nuestras propias semillas es la base de nuestra soberanía alimentaria y de la biodiversidad de nuestro planeta. Preservar su historia, su biodiversidad y nuestra conexión con ellas. 🐟
- Argenbio: Consejo Argentino para la Información y Desarrollo de la Biotecnología (2021).https://www.argenbio.org/cultivos-transgenicos
- Perelmuter, T. Propiedad intelectual en semillas: los dispositivos del cercamiento jurídico en Argentina. En: Mundo Agrario, 19(42), e099, 2018.https://doi.org/10.24215/15155994e099
- Shield, C. (2021).https://www.dw.com/en/agriculture-seeds-seed-laws-agribusinesses-climate-change-food security-seed-sovereignty-bayer/a-57118595
- Lowder. S. K.; Sánchez, M. V.; Bertini, R. Which farms feed the world and has farmland become more concentrated? En: World Development, Volume 142, 105455, 2021. ISSN 0305-750X.https://doi.org/10.1016/j.worlddev.2021.10545
- Open Source Seed Initiative.https://osseeds.org
- Fedco Seeds (2021).https://www.fedcoseeds.com/trees/indigenous-royalties.htm
- Buttala, L.; Siegel, S. Seed garden.
- Ray, J. The seed underground.
- Wall Kimmerer, R. Braiding Sweetgrass.
- White, R.www.sierraseeds.org
- LaDuke, W. All our Relations.
- Pretchel, G. The Unlikely Peace of Cuchamaquic.
- Shiva, V. Reclaiming the commons.
- Shiva, V. Who really feeds the world.
- www.seedsavers.org
- Barber, D. The Third Plate.