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Edición
Edición Digital
003

Sembrar agua

Texto:
Carolina Fiallo Cardona
En colaboración con:
Imágenes:
Carolina Fiallo Cardona
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003

Sembrar agua

Texto:
Carolina Fiallo Cardona
En colaboración con:
Imágenes:
Carolina Fiallo Cardona
Una reflexión necesaria sobre nuestra observación del territorio, el agua y la biodiversidad. Una invitación, un tanto poética, a considerar otras perspectivas, donde la liberación de la mirada nos convoca a reinterpretar los mapas que siempre creímos entender, y de este modo visibilizar el agua, las relaciones y las dependencias de los ecosistemas a través de una óptica sin fronteras políticas, enfocada en vez en las ecorregiones y la biodiversidad.
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  1. Flor de páramo
  2. Frailejón del páramo de Sumapaz.
  3. El foco no invisibiliza. Insecto regulador de la polinización en un jardín.
  4. Los páramos del mundo se concentran en los ecosistemas presentes en la cordillera de los Andes: Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Esta es otra mirada cartográfica alternativa al mapa convencional occidental.
  5. La montaña, lugar de nacimiento del agua que atraviesa la ciudad.
  6. Integración conceptual del ecotono urbano, la franja de tensión entre dos condiciones ecosistémicas diferentes, en donde aumentan las interacciones asociadas a biodiversidad y metabolismos urbanos.
Una reflexión necesaria sobre nuestra observación del territorio, el agua y la biodiversidad. Una invitación, un tanto poética, a considerar otras perspectivas, donde la liberación de la mirada nos convoca a reinterpretar los mapas que siempre creímos entender, y de este modo visibilizar el agua, las relaciones y las dependencias de los ecosistemas a través de una óptica sin fronteras políticas, enfocada en vez en las ecorregiones y la biodiversidad.

Liberar el agua es masajear la tierra. Tejer territorios desde las cartografías del agua. Hacia una cuestión hidrosocial.

El agua es el símbolo de la vida, aunque suene repetitivo, insistente y obvio. Dicen que no hay nada más difícil que explicar obviedades y por ello insistimos en revelar lo complejo que se esconde tras el asfalto, detrás del alimento, en cada gota que forma el río y en cada río que recorre las narrativas de la vida planetaria. Podría decirse que entre el asfalto están las grietas de los ríos esperando a ser vistas. Por ello relataré una invitación a observar.

Hemos basado nuestra existencia como sociedad en el desarrollo, persiguiendo la noción de evolución desde una mirada antropocentrista, la cual ha distanciado a la humanidad de sus codependencias, de las relaciones próximas con la vida y así mismo la vitalidad. Una segregación que ha puesto en conceptos independientes al ser humano por un lado y por el otro a la naturaleza, y que hoy nos obliga a tejer nuevos pensamientos. A recordar la raíz, a reconocernos en nuestros medios. Ante migraciones y cartografías aún inconclusas. La segregación desde hace siglos es cuestionada: nos muestra con urgencia que debemos observarnos como parte de la naturaleza e integrarnos en las diversas interacciones en las cuales somos agentes alterantes de los sistemas que se transforman de manera constante.

Para ello, el agua es el lugar, el fluir, la esencia y la voz de la vida. Permite dar cuenta de las relaciones entre especies. Nos situaremos entonces desde la noción de agua biodiversa. Un llamado a tejer vínculos, donde la biodiversidad es el núcleo del entendimiento de los territorios. Donde más allá de mostrarse como un indicador, aporta las condiciones capaces de estimular transiciones socio-ecológicas, además de asegurar la adaptabilidad constante de los procesos y sistemas en diversas culturas tejidas dentro de los territorios.

El agua para la biodiversidad establece rutas, caminos dentro de los cuales es posible distinguir y dotar de carácter las necesidades de dependencia en las especies. Para nosotros los humanos, por ejemplo, la proximidad de establecer la fundación de la mayoría de las ciudades cerca al agua cuenta nuestra necesidad de abastecernos de la tierra, de sembrar, cultivar y así regenerar nuestros vínculos con la vida que consumimos y que deviene del agua.

Para otras especies resulta no muy lejana esta relación sin necesidad de concentrarnos en la agricultura. Podríamos, en vez, enfatizar sobre la vida como acción sistémica, que siempre busca relacionarse con su entorno y con todo lo que pueda disponer. Y de allí nos proveemos de comunidad, protección y alimento. En cada una de estas condiciones el agua encarna una responsabilidad esencial y a su vez encarna la esencia.

Esta primera parte, entonces, es una invitación directa a reconocernos a nosotros mismos como parte de esta biodiversidad, activa y cuidadora. Siendo parte del ecosistema, debemos cuestionar aquello que conocemos, en búsqueda de reconocer los cambios constantes de los entornos que habitamos. La cartografía, en este caso, da lugar a un instrumento que puede tener un doble sentido: aquel que domina el pensamiento o que sitúa inquietudes para liberarlo. No hay verdad absoluta, pero sí verdades invisibilizadas.

Sembrar agua. Representación para el reconocimiento.

Mucho más allá del mar y los desiertos, en medio de montañas cubiertas de bosques espesos, en un valle amplio donde las aguas reposan su corriente, es posible visitar la Ciudad en el Río.

A primera vista parece no existir, y tal vez eso ha contribuido a situarla más en el campo de la leyenda que en el de la realidad.

Pero quienes la hemos conocido sabemos que esa ciudad existe…

Celso Román. El libro de las ciudades. La ciudad en el río.

Suspendida en una hoja, recogida en una nube, salpicando del charco, cada gota es un río y cada río va al mar. Estas son las grandes vías y caminos por los cuales las especies humanas y no humanas hemos definido nuestros desplazamientos y asentamientos. La biodiversidad, como el agua, estrecha lazos capaces de cartografiar características a lo largo del mundo. Estas características las llamaremos vínculos simbióticos. Es decir, aquellas relaciones que de manera estrecha dotan de carácter a algún lugar o estado del planeta. Por esta misma razón, cuando nos referimos a la biodiversidad no solo estamos hablando de la diversidad entre especies biológicas, sino además de la diversidad social, cultural, económica, e incluso simbólica.

El agua, entonces, enuncia el pensamiento por el cual la biodiversidad se enraíza en la tierra. Los indicadores, desde una perspectiva científica y técnica, permiten entender la manera de intervenir y evaluar los territorios. Este “indicador” permite hablar de ciertas regiones del mundo, como Colombia, el segundo país más biodiverso del mundo, donde las ciudades representan asentamientos de ecosistemas urbanos, los cuales dependen directamente de los ciclos de agua generados en los páramos colombianos. El 70% de los páramos del mundo se encuentra en territorio colombiano, y el 50% de la población del país depende de la calidad de este ecosistema. Un ecosistema que hoy está en peligro, debido al sobre control establecido por la minería excesiva. Se estima que para el año 2050, el 52% de los páramos de Colombia desaparecerán y, por lo tanto, toda la biodiversidad que habita en este ecosistema y su capacidad de captación y producción de agua que sustenta tanto la vida humana como no humana en gran parte del país y del continente.

La división causada por el pensamiento urbano y la definición del desarrollo humano son consecuencia también de la división entre disciplinas, en las que las ciencias naturales, el desarrollo urbano, el conocimiento local e incluso la filosofía de la naturaleza han dejado de interactuar y cooperar en los procesos socio-ecológicos de desarrollo de los territorios.

El 70% de los páramos del mundo se encuentra en territorio colombiano, y el 50% de la población del país depende de la calidad de este ecosistema. Un ecosistema que hoy está en peligro, debido al sobre control establecido por la minería excesiva.

La naturaleza se ha limitado a indicadores o archivos históricos de aquellos que definieron la biodiversidad como la cualidad más relevante del ser humano como naturaleza y la existencia de vida en el planeta. Desde Darwin y la teoría de la evolución, hasta Alfred Wallace y sus expediciones para incluir el concepto de la representación de la biodiversidad en la geografía, la biodiversidad comenzó a tener lugar y la condición física en el territorio.

También el naturalista y científico Alexander von Humboldt, con sus expediciones, logró demostrar el detalle de la fauna y la flora como una relación de constantes dependencias que revelan las culturas territoriales. Pero entender la biodiversidad es también una forma filosófica de entender la vida humana en el mundo. Situando la vida en la cartografía a partir de las relaciones naturales y las dependencias del ecosistema. Lo que ahora se ha resumido en indicadores que reflejan el desarrollo de una sola especie, la especie humana1.

Sin embargo, el mundo se enfrenta a una de las transiciones climáticas más alarmantes, en la que es necesario destacar el papel de la biodiversidad desde una perspectiva transdisciplinar, para definir conceptos, prácticas y acciones tangibles en los territorios. Reconociendo los diferentes niveles de conocimiento que transforman los territorios y considerando a la especie humana, así como a otras especies vivas que acompañan y soportan la vida humana en el planeta. Una forma de proponer medidas para asegurar la coexistencia territorial en medio de una crisis ambiental que requiere reconocimiento y medidas para la integración de instrumentos de planificación. De acuerdo con esto, la biodiversidad alrededor del mundo está en riesgo, por lo tanto, la existencia humana también. La necesidad de actuar y vincular la vida humana a su propia naturaleza es imprescindible en la actualidad.

Esto ha logrado que se establezca la responsabilidad del ser humano en el efecto negativo de su ocupación de los territorios, lo que no solo ha afectado las condiciones de la vida humana sino que ha generado una serie de efectos en los que las modificaciones del ser humano en los procesos naturales tienen un impacto negativo directo en términos de cambio climático. Así lo afirma la conferencia First Open Science sobre “Los desafíos de un planeta cambiante”, situada en Amsterdam en julio del 2001. Por lo tanto, la motivación principal es asumir la biodiversidad como el componente clave para abordar una necesidad de modificación de los modelos de habitabilidad en las ciudades, su corresponsabilidad fuera de ellas desde el sistema social y su condición principal de ser parte de un ecosistema perteneciente a un medio natural. La observación de los territorios nos ha obligado a dotar aquello que vemos de significado; para ello, las palabras, el lenguaje, la comunicación y la representación misma deben
ser reconsideradas.

El legado de las comunidades ancestrales nos ha demostrado la necesidad de observar desde la performatividad, desde las eco-dependencias que además de significados revierten la naturaleza como el sostén de la vida, y el agua como el símbolo más significativo de toda manifestación viva. Sin embargo, hemos sido testigos de una masacre ambiental, manifestada en consecuencias físicas: sequías, climas extremos, la pérdida de biodiversidad, entre otras. En este orden, es necesario cuestionar el desarrollo anteponiendo la mirada cooperativa con la vida. Co-crear la mirada, y que el método de observación sea un diálogo de ida y vuelta con los territorios. Territorializando aún más la mirada del agua donde es necesario hablar de ecosistemas complejos por su responsabilidad hídrica. Habiendo muchos a lo largo del planeta, como humedales, manglares, marismas, lagos, ríos, hasta nubes o desiertos, nos concentraremos en los páramos.

El páramo es un socio-ecosistema característico de los Andes de Sudamérica que se ubica a más de 3000 metros sobre el nivel del mar. En el recorrido por la cordillera de los Andes, el complejo paramuno va desde Venezuela hasta Perú, pero en Colombia descansa una gran porción, donde se alberga más de la mitad de la superficie de páramos del planeta. Y eso dimensiona una responsabilidad ecológica no solo para la región, sino para el mundo.

La complicidad ecológica y el agua planetaria es necesaria para regular los procesos de equilibrio ecosistémico en el mundo. La biogeografía nos permite entender que, a pesar de las fronteras ante las cuales hoy en día reconocemos los límites de las naciones/estados del mundo, las eco regiones cooperan por el planeta sirviendo de rutas y corredores así como asentamientos ecológicos para especies y procesos.

Las múltiples definiciones otorgadas al páramo resultan ser tan entretenidas como también difíciles de visualizar tan frágilmente en cualquier mapa. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) incluso hace una ingenua y valiosa interpretación de los páramos como ecosistema, bioma, área geográfica, paisaje de agua, zona de vida, espacio de producción, hasta un estado del clima. Esto nos permite interpelar las múltiples definiciones y entender el páramo como un articulador de diversas miradas reunidas en su manera de interpretar el agua.

Así mismo, su imagen varía. Su interpretación gráfica, cartográfica o fotográfica es diversa según los agentes que busquen hacer uso de su significado, bien sea utilitario, simbólico o científico. Esta complejidad de miradas permite entonces resaltar aún más su relevancia, ponerlo en valor y presentarlo al mundo. Entendiendo que son poco reconocidos a nivel internacional, los páramos son víctimas de masacres ambientales a nombre del desarrollo extractivista de agentes internacionales, quienes mediante las cartografías que limitan y “protegen” entre límites y jurisdicciones jerárquicas hacen uso de la riqueza minera y de los suelos del agua que tienen estos valiosos ecosistemas para el mundo.

Situar la mirada en una transformación de la representación resulta ser un ejercicio de reconocer desde dónde se observa, es decir un ejercicio de honestidad del observador para situar su propia interpretación. Reconocernos como parte de la biodiversidad, de nuestros nexos culturales, afectos y formas de pensamiento, resulta entonces una forma de darles significados a nuestras cartografías.

En Colombia, según el Ministerio de Medio Ambiente, el páramo se define como una unidad ecológica, la cual regula los flujos de agua, pues, debido a su constitución, es capaz de retener en los suelos hidromórficos grandes volúmenes de agua y encaminar su flujo por medio de las cuencas. Siendo definidos como suelos entonces, tan fértiles y con alturas singulares para la región, logran ser tierras atractivas para la producción de papa, o la ocupación del oficio ganadero lechero, lo que en contraposición ha causado serios deterioros a los procesos hídricos del ecosistema paramuno. Esto se evidencia en una escasez hídrica que no solo hace que los humanos no puedan abastecerse, sino que adicionalmente vulnera a otras especies en sus necesidades migratorias dependientes de vientos, aguas y alimento.

Los páramos son en esencia mucho más que su propia definición. Su condición performática los convierte en un recinto de la producción de vida, es decir de la producción de agua dentro de los ciclos correspondientes.  El fenómeno se produce gracias a sus habitantes principales, los frailejones, una especie endémica que es capaz de recolectar la humedad del ambiente y transformarla en enormes lagos, conformando suelo de capas esponjosas, musgos de colores que vierten su agua entre los valles formados por la topografía hasta convertirse en ríos, que posteriormente serán la infraestructura que abastece y sostiene a pequeñas, medianas y grandes ciudades. Estos mismos páramos también ofrecen refugio a osos de anteojos, pumas, jaguares, el tigrillo, el zorro, la danta y la guagua. Además, el cóndor, colibríes de múltiples especies, herpetos y mariposas, entre otros, conforman la cartografía geológica del páramo. Estos también sostienen largos viajes de migraciones que equilibran ecosistemas cooperantes en la regulación de la vida planetaria.  

Hablar de páramos es entonces hablar de vida, escribir sobre el agua que, a pesar de ser cambiante y permanente, necesita ser atendida, dibujada, redibujada y emancipada más allá de ser un sistema de riego y abastecimiento.

La comprensión de los ecosistemas a partir de las relaciones que se definen con su entorno permite definir los procesos de eco-dependencia que existen en ellos. Las ciudades son las comunidades en las que el hábitat potencial es el humano, pero que a su vez comparten procesos ecológicos con otras especies. Interpretar la biodiversidad en un territorio específico es interpretar los procesos que se derivan de la naturaleza de los ecosistemas que dependen de ella. En otras palabras, es el reconocimiento de la diversidad de relaciones y dependencias que existen entre los elementos bióticos y abióticos.

La medición de estas condiciones se ha establecido comúnmente a través de fronteras políticas, resultando en la definición de regiones específicas con indicadores de biodiversidad. Y como hemos puesto en evidencia, posiblemente el cóndor no tiene un pasaporte lleno de sellos: sus fronteras están relacionadas con sus relaciones y bienestar territorial. Así mismo esto resulta ser necesario situarlo en las representaciones conducidas por el agua. En muchas ciudades, principalmente en América Latina, estos límites han establecido denominaciones de segregación socioeconómica que dan lugar a diversas relaciones entre los seres humanos y su entorno natural. Por lo tanto, introduce una interpretación de la integración socioecológica. Estos límites políticos permiten interpretar la biodiversidad hoy en día a nivel de indicadores y mediciones de especies como bioindicadores.

Emancipar la vida, liberar el agua

Conectar los saberes mediante la representación y las voces que los enuncian es participar también activamente en la liberación del agua. Es, además, cooperar con la gobernanza del agua, reconociendo que cada verdad es una sumatoria de interpretaciones de las realidades vividas.

La biodiversidad es la facilitadora de procesos en todos los territorios y también de la vida en el planeta, por lo que el control de las áreas como forma de preservación y conservación debe ser evaluada a partir de una serie de estrategias y procesos que posibiliten la integración ecosistémica, derivada en su mayor parte por los relatos del agua, aquello que cuenta y que intercambia con el subsuelo y el cielo.

Definimos la urbanización como un fenómeno espacial: la concentración de la población. Muchos otros cambios ocurren con la concentración de la población durante el proceso de desarrollo. La urbanización contribuye a estos cambios como resultado y como fuerza impulsora significativa (Niemelä, 2011). El reconocimiento del campo es también reconocer el conocimiento de aquellos que vienen del campo para habitar las ciudades. El límite ilusorio entre campo y ciudad es, entonces, una excusa para tejer vínculos necesarios y situar que ante un mundo antropizado, los mosaicos territoriales, ricos en relaciones biodiversas y procesos de culturas asociativas devienen de las lógicas campesinas para cuidar y relacionarse con su medio natural. “La cooperación cercana es necesaria para trascender los ámbitos de las ciencias naturales y llegar a los humanos y sus condiciones sociales” (H. Arendt, 1958).

Las cartografías basadas en las naturalezas

Las cartografías deben liberar el agua. Sentipensar el territorio debe contarse desde el páramo como sujeto articulador de miradas y el río como conductor de los pensamientos de los territorios, de los símbolos, de sus usos. Los lagos como los lugares donde los sedimentos nutren las tierras y el alimento crece, obedeciendo a un ciclo de adaptabilidad donde el cuidado es recíproco, donde el agua proporciona la vida de la que dependemos.

El agua, aquella que no nace en la canilla. Aquella suspendida en las nubes, naciente en acuíferos y montañas y esculpida por el viento. Todo está conectado, a pesar de que pensemos que la naturaleza es aquello que habita fuera. El híbrido de las cartografías en las cuales existen las ciudades, pueblos o pequeños asentamientos resultan ser dispositivos que así como alteran procesos naturales también se convierten en parte de la misma naturaleza y nosotros, los seres humanos, como parte de ella, nos relacionamos mediante un único sabio y valiente elemento. Esta poética interpretación que no desdibuja una investigación sobre el agua, la ciudad y los territorios es atrevidamente una gota buscando ser páramo, río, riera, arroyo, charquito o sudor, para quien lo lea. 🐟

Bibliografía
  • Bookchin, Murray. La ecología de la Libertad. Nossa y Jara Editores: Colectivo Los Arenalejos, 1999.
  • Latour, Bruno. Facing Gaia: Eight Lectures on the New Climatic Regime. 2017.
  • Nanni, Paolo. Il verde nella dimensione urbana e territoriale. Universitá degli studi di Firenze. Florencia: Accademia dei Georgofili, 1994.
  • Niemelä, Jari. Urban Ecology: Patterns, Processes, and Applications. Oxford: Oxford University Press, 2011.
  • Nucci, Lucia. Verde di prossimitá e disegno urbano: le Open Spaces Strategies ed i Local Development Frameworks. Roma: Gangemi, 2004.